jueves, 13 de enero de 2011

Subaru

El último día, el de la bajada, después de cuatro días de encierro en la base de los 3000 metros, por fin me llevaron a la cima. Era sólo para mostrarme el telescopio, claro. Por lo menos no me fui sin haber estado ahí arriba. De todos los telescopios que hay en la cima sólo pude ver el Subaru porque la niebla y la nieve tapaban todo. Frío, viento, niebla y hielo. Eso es lo que afuera se veía y se sentía.




Los telescopios Keck de 10 metros cada uno y a 50 metros de distancia, apenas unos fantasmas en la niebla:


Y adentro, una máquina maravillosa:


Con su espectrógrafo FOCAS:


Algo muy especial: los espejos secundarios intercambiables:


La sala de control:


Yo, disfrazado de macrista (no hay que culpar al japonés que, inocentemente, decide el color amarillo para los visitantes):


Eso fue todo. Sólo tuve un rato para probarme a 4200 metros de altura (en condiciones normales tendría que haber pasado dos noches a esa altura) y medir mi nivel de oxígeno en la sangre (80%).

De allí al Hawaii más conocido, a pasar la última noche en un hotel de la ciudad Hilo y volver a Japón.


Desde el hotel pudo verse, esa mañana de la partida, cómo la cima del Mauna Kea iba despejándose. La mala suerte del astrónomo.

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