Como en las mejores épocas del desguace del San Martín, a mi retorno del Observatorio se suspendió el servicio de trenes. El corte duró una hora y no pude saber qué pasaba por un buen rato, hasta que encontré unos televisores y una cola larga de gente pidiendo su boleta de artaso. Se me cayó un lagrimón por mis mejores épocas de viajes entre Bella Vista y Palermo para ir al colegio. No vi que nadie se alterara ni escenas de ira. Algunos decidían irse a tomar otra cosa, supongo, y otros esperaron una horita, sentados por ahí, leyendo o jugando con los celulitos. Éste era el clima:
Por suerte, entre los que esperábamos estaba Maicol, como uno más:
Una lástima que no nos haya cantado nada.
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