Temprano, con sol y humito en las bocas nos fuimos para las montañas cercanas.
Fuimos en un bonito tren cortito.
Y después seguimos en micro hacia Norikura, a los pies de las montañas más altas de la zona.
Al llegar, aprovechamos el buen tiempo para caminar por el bosque otoñificado.
Los japoneses parecen no escaparle a la poesía ni en los carteles de un parque
(Ahí dice: "Los árboles se estiran hacia los cielos durante la primavera para que sus hojas puedan ser empapadas por la luz del sol.").
El invierno se empezaba a anunciar en esta cascada
aunque a veces la vegetación y el sol parecían querer negarlo.
Debajo del suelo había hielo formado de extraña manera.
También se empezaba a congelar la laguna. Atrás, las montañas altas.
El arroyo se congelaba
Y el árbol se volvía loco.
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